A 190 kilómetros de la deslumbrante y cuidada ciudad de Mendoza –o Mendoza Capital, como la llaman numerosas personas– se encuentra el Puente del Inca.
Ese paraje es un imán para cientos de turistas.
Además, su belleza es distinta en invierno y en verano por lo que muchos aconsejan no conformarse con una sola visita.
Para arribar al Puente, existen dos maneras.
Primero, la leyenda del Puente del Inca
La leyenda cuenta que hace muchos, muchos años existía un jefe inca que tenía un hijo con parálisis.
Luego de intentar diversas formas de tratamiento y no hallar cura, decidió acercarse a un lugar donde –decían– había unas aguas milagrosas.
Decidido, se dirigió hacia ese sitio acompañado por sus guerreros más destacados.
Una vez allí, observó con sorpresa que el lugar donde manaban las aguas estaba separado por un río difícil de cruzar.
Los guerreros, sin dudarlo, formaron un puente humano. Así, el jefe inca cargó a su hijo y caminó sobre las espaldas de sus fieles súbditos hasta arribar a las aguas.
Al mirar hacia atrás el jefe para agradecer a sus soldados, vio que se habían petrificado.
El Puente del Inca en la historia reciente
Durante el cruce de la cordillera por parte del Ejército de los Andes, en 1817, el Puente era uno de los pasos usuales para atravesar aquel cordón montañoso.
Por entonces, como hoy, allí brotaban unas aguas con temperaturas que van de los 33 a los 38 grados centígrados. Ellas poseen cualidades curativas por su alto contenido en minerales.
Entre 1817 y el presente el paisaje no ha cambiado demasiado.
Hoy se pueden ver las ruinas de un hotel levantado en 1925 para atraer a los turistas que quisieran aprovechar las virtudes de esas aguas. Devino famoso en su época y recibía a numerosos viajeros.
Luego, como producto de diversos aludes que lo perjudicaron, fue abandonado poco a poco hasta su final en 1965.
Ubicación del Puente del Inca
El Puente del Inca se halla sobre la Ruta Nacional No. 7, 15 kilómetros antes de la entrada al túnel que conecta a Argentina con Chile, denominado Cristo Redentor.
Otro punto de referencia del Puente es la última localidad argentina anterior a cruzar al territorio chileno. Se llama Las Cuevas. Entre ella y el Puente hay 12,8 kilómetros.
Visitar el Puente del Inca con una excursión
Desde la ciudad de Mendoza parten distintas excursiones organizadas hacia el Puente del Inca.
Tienen la ventaja de ser la opción para quien no posee un vehículo o no desea manejar.
La excursión permite disfrutar de bellos paisajes y puntos memorables, como Uspallata, el Dique Los Potrerillos y el Mirador del Aconcagua.
El viaje de ida y vuelta dura aproximadamente 6 horas.
Cómo llegar en auto al Puente del Inca
La persona que viajó a la ciudad de Mendoza con su auto o alquiló uno allí, puede emprender una excursión independiente.
Es bueno destacar que los caminos se encuentran en óptimo estado y la señalización es excelente.
En época invernal, habrá que considerar las recomendaciones que den las autoridades viales sobre conducción y eventual uso de cadenas en los neumáticos.
El camino al Puente comienza partiendo de la ciudad de Mendoza por la Ruta Nacional No. 40 en dirección al sur.
Luego se toma la Ruta Nacional No.7 hacia Uspallata. Una vez ahí, se continúa en dirección a Las Cuevas.
Es un recorrido sencillo.
El Puente del Inca y el Aconcagua
La visita al Puente del Inca es una buena primera aproximación al Parque Provincial Aconcagua.
En él hay varios glaciares, sitios arqueológicos, y lagos y ríos de deshielo.
Además, posee el pico montañoso más alto de América: el Aconcagua.
Con sus 6960 metros sobre el nivel del mar, el Aconcagua ha sido la meca para numerosos andinistas que se acercan año tras año, especialmente en verano.
Vale aclara que ascender implica contar con una serie de permisos especiales y abonar varios derechos.
Los especialistas recomiendan que el ascenso solo lo hagan personas entrenadas.
Lo bueno del Aconcagua es que debido a su inmensa mole puede ser admirado sin necesidad de escalarlo.
El instante en que se descubre su presencia en la cordillera andina, es indescriptible.
En esos segundos, seguramente quien practica el deporte del montañismo piensa como Gaston Rebuffat –un famoso escalador nacido en Francia–: “El alpinista es quien conduce su cuerpo allá dónde un día sus ojos lo soñaron”.